La vacuna contra la fiebre amarilla

Guantes blancos puestos vacunando un brazo.
El galeno virtual Dr. Claudio Santana persona

Editado por el Dr. Claudio Santana Martínez

- Médico general chileno
- Egresado de la Universidad Austral de Chile 2017
- Habilitado por la superintendencia de salud registro N° 474102
- Registro del colegio médico N° 40739-9

Tabla de contenidos

Fiebre Amarilla: Enfermedad, Geografía y Prevención

La fiebre amarilla es una enfermedad infecciosa que se adquiere a través de la picadura de un mosquito infectado. 

Entre los síntomas que presenta, se encuentran fiebre, dolores musculares, náuseas, vómitos y fatiga. Es característica la aparición de un tono amarillento en la piel del paciente, razón por la cual se le asigna el nombre a esta condición.

De manera particular, esta enfermedad afecta de manera más intensa a los países tropicales. Las condiciones ambientales de estas regiones, en conjunto con la elevada proliferación de mosquitos, propician la propagación del patógeno causante de la fiebre amarilla.

Una de las limitaciones más significativas que enfrentamos hoy en día, es la ausencia de un tratamiento específico que permita combatir la fiebre amarilla una vez que la infección ha sido establecida en el organismo. Esto enfatiza la importancia de la prevención como el método más eficaz para el control de esta enfermedad.

La prevención de la fiebre amarilla se basa en dos pilares fundamentales. El primero es el control de la reproducción de los mosquitos, vectores de la enfermedad. El segundo es garantizar la vacunación de la población, especialmente en aquellas regiones donde la enfermedad es más prevalente.

En este sentido, resulta crucial seguir fortaleciendo las medidas de prevención y control, con el fin de limitar la propagación y el impacto de la fiebre amarilla en la salud global.

mosquito-fiebre-amarilla

Signos y síntomas de contagio de la fiebre amarilla

El período de incubación de la enfermedad es de 3 a 6 días y se puede o no presentar síntomas. 

Los síntomas más habituales son:

  • Fiebre
  • Dolores musculares, sobre todo molestias en la espalda.
  • Cefalea
  • Pérdida de apetito
  • Náuseas o vómitos.

Estos síntomas, en la mayoría de los casos, desaparecen luego de 3 o 4 días de contraer la enfermedad. En el menor de los casos los síntomas se vuelven más agudos, donde los más frecuentes son los siguientes:

  • Episodios con fiebre elevada
  • Insufiencia renal y hepática
  • La piel y los ojos toman un color amarillento. Esto se llama Ictericia.
  • La orina se torna de un color oscuro, médicamente nombrado coluria. 
  • Gran dolor abdominal y vómitos prolongados.
  • Hemorragias orales, nasales oculares y gástricas
Una nina con dos parches en su brazo derecho

Conociendo la Vacuna contra la Fiebre Amarilla

Fabricada a partir de un virus vivo atenuado, la vacuna contra la fiebre amarilla es como muchas otras. Su objetivo es estimular al sistema inmunológico para generar los anticuerpos esenciales que previenen la infección por este virus.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la vacunación contra la fiebre amarilla sólo requiere de una única dosis durante toda la vida. Aunque anteriormente se creía que era necesario un refuerzo a los 10 años de la primera dosis, investigaciones recientes han demostrado que esta práctica no ofrece beneficios adicionales.

La forma de administrar la vacuna es mediante una inyección, ya sea subcutánea o intramuscular. Lo interesante de esta vacuna es su flexibilidad para ser aplicada de manera simultánea con otras vacunas. 

Sin embargo, existe una excepción importante: la vacuna triple vírica. Para evitar interferencias en su eficacia, es necesario un intervalo de al menos 4 semanas entre la aplicación de esta y la vacuna contra la fiebre amarilla.

Por tanto, la vacuna contra la fiebre amarilla se presenta como una herramienta eficaz y vital en la prevención de esta enfermedad. 

Su correcta administración puede marcar la diferencia en el control y erradicación de la fiebre amarilla a nivel mundial.

El Descubrimiento de la Vacuna Contra la Fiebre Amarilla: Un Viaje Histórico

La vacuna contra la fiebre amarilla no fue descubierta de la noche a la mañana. Su historia se remonta a 1912, durante la apertura del Canal de Panamá. 

Este evento, aunque trajo innumerables beneficios comerciales a varios países, también aumentó la exposición global a la fiebre amarilla, instigando la necesidad de investigar formas de erradicarla.

La primera entidad en asumir este desafío fue la Fundación Rockefeller. Contrataron a Hideyo Noguchi, un bacteriólogo japonés, para que investigara la enfermedad e intentara encontrar una cura. 

Sin embargo, la premisa inicial estaba equivocada. Se creía que una bacteria llamada leptospira causaba la fiebre amarilla, por lo que los esfuerzos de Noguchi para crear una vacuna basada en esta suposición no produjeron los resultados esperados.

Un hito importante se dio años más tarde. Científicos del Instituto Pasteur, utilizando una cepa francesa extraída de un paciente en Dakar que sobrevivió a la enfermedad, lograron crear una nueva vacuna. 

Aunque este avance fue significativo, no estuvo exento de desafíos. Los efectos secundarios sistémicos y neurológicos que experimentaron algunos pacientes tras la vacunación planteaban serias preocupaciones, y los intentos por atenuar la vacuna contra la fiebre amarilla fracasaron.

El descubrimiento y desarrollo de la vacuna contra la fiebre amarilla es un testimonio de la resiliencia, perseverancia y dedicación a la mejora de la salud global. 

Nos recuerda que el camino hacia la erradicación de las enfermedades infecciosas es arduo, pero cada paso, incluso los fracasos, nos acerca a un mundo más saludable

La Vacuna Definitiva Contra la Fiebre Amarilla: Un Hit en la Historia de la Medicina

Hacer frente al desafío de la fiebre amarilla requirió esfuerzos persistentes y adaptativos. En 1927, la Fundación Rockefeller desarrolló una nueva vacuna utilizando el suero de una cepa africana conocida como Asibi. 

A pesar de ser más segura, su producción en masa se vio obstaculizada debido a la necesidad de grandes cantidades de suero humano.

El cambio de juego se produjo una década después. En 1937, el científico Max Theiler, también de la Fundación Rockefeller, descubrió una mutación en el virus atenuado de la cepa Asibi. Aprovechando este descubrimiento, creó la cepa 17D, que se convirtió en la base para la vacuna contra la fiebre amarilla que se usa hoy en día.

En 1938, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la vacuna 17D en su lista oficial de medicamentos para prevenir la fiebre amarilla a nivel mundial. Este reconocimiento propició la realización de las primeras pruebas masivas de la vacuna en Brasil en 1939. El éxito fue contundente. Más de un millón de personas fueron vacunadas ese año sin sufrir complicaciones graves.

Como resultado de sus innovadoras contribuciones a la ciencia y la salud global, Theiler fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1951. Esta historia destaca la relevancia de la investigación continua, la adaptación y la innovación en la lucha contra las enfermedades infecciosas.

Una médico vacunando a un escolar

El Desafío Global de la Fiebre Amarilla en el Siglo XXI

En enero de 2016, la aparición de un brote de fiebre amarilla en Angola generó preocupación a nivel global. Se cuestionó si los protocolos existentes eran suficientes para mantener controlada la enfermedad a nivel mundial.

La rutina de vacunación infantil se suspendió en varios países africanos con el objetivo de garantizar el suministro para Angola. Se enviaron un total de 10 millones de vacunas, pero para 2021, estos recursos se agotaron. Además, se descubrieron pérdidas significativas de vacunas, causadas por envíos a destinos incorrectos o por daños derivados de un almacenamiento inadecuado.

Ante esta crisis, se planteó una medida de emergencia. Expertos propusieron el uso de una dosis fraccionada: ⅕ o 1/10 de la dosis regular para satisfacer la demanda existente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó el uso de esta dosis regulada para Angola y la República Democrática del Congo. 

Sin embargo, esta solución presentaba una limitación importante: no era válida para obtener un certificado que permitiera viajar a otros países.

El desafío de la fiebre amarilla en el siglo XXI subraya la importancia de la vigilancia constante de las enfermedades infecciosas, así como de la adaptación y la innovación en la respuesta a las crisis de salud global. 

La necesidad de estrategias efectivas de prevención y control sigue siendo una prioridad en la lucha contra esta enfermedad.

La Lucha Global contra la Fiebre Amarilla en la Actualidad

La demanda de la vacuna contra la fiebre amarilla ha experimentado un aumento debido a los nuevos brotes que se produjeron en Uganda en 2016, y en Nigeria y Brasil en 2017. 

Como respuesta, se mantuvo el suministro de dosis fraccionadas para inmunizar a las poblaciones más vulnerables.

Fraccionar la dosis fue también una medida vinculada al proceso extremadamente lento de fabricación de la vacuna. A pesar de contar con al menos cuatro fabricantes aprobados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluyendo Bio-Manguinhos en Brasil, el Instituto Pasteur en Dakar, la Empresa Unitaria Estatal Federal del Instituto Chumakov en Rusia y Sanofi Pasteur, el suministro es insuficiente. 

Seth Berkley, director ejecutivo, advirtió sobre la amenaza global latente debido a la escasez de vacunas.

Este desafío fue confirmado por UNICEF en 2013. La demanda de vacunación contra la fiebre amarilla aumentó de 5 millones por año a 62 millones en 2014. 

Sin embargo, los fabricantes solo producen aproximadamente 35 millones de vacunas, lejos de los 64 millones que se necesitan actualmente.

Debido a esta situación, prevenir la fiebre amarilla se ha convertido en una prioridad para ACNUR, especialmente en países con emergencias humanitarias y altas tasas de refugiados provenientes de África, América Central y Sudamérica.

Hoy en día, 47 países en todo el mundo consideran a la fiebre amarilla como una enfermedad endémica, lo que subraya la necesidad de concienciar sobre la importancia de las campañas de vacunación.

Un velero de angola flotante.

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